El Once de Merino, artículo publicado
por El Mercurio de Santiago el 11 de octubre de 1998.
Bitácora de un Almirante
En su libro póstuma de memorias, el almirante José
Toribio Merino habla sobre el gobierno de la UP, el pronunciamiento militar y
el gobierno castrense. En esta crónica reproducimos algunos párrafos referidos
al 11 de septiembre.
Un día 8 de octubre, el almirante José Toribio
Merino inicio la redacción de sus memorias. El jueves pasado, ocho años después,
fueron lanzadas bajo el título "Bitácora de un Almirante", transformándose
en su obra póstuma.
La presentación en sociedad la hizo el ex ministro
del gobierno militar Carlos Cáceres, quien, aparte de recorrer los aspectos más
relevantes de su libro. destaca la coherencia del pensamiento de Merino.
Y se explaya: "El leer la Bitácora de un
Almirante no sólo aporta el conocimiento de hechos decisivos en la historia del
país. Son el testimonio de un hombre en que la vinculación del amor a Dios, a
la Patria, a la Marina y a la familia se fueron entrelazando para tejer una
conducta y una actitud. Como hombre cristiano, le dio un sentido de
trascendencia a cada aspecto de su vida; como gobernante, se identificó con el
propósito del bien común; como marino, abrió espacios para una renovada nobleza
de la institución: como esposo y padre, encontró en el seno de la familia no
sólo el afecto requerido para las grandes tareas, sino también el sentido de la
responsabilidad que se transmite en un ejemplo que perseverará a lo largo de
los tiempos".
En estas páginas reproducimos algunos párrafos de
los capítulos titulados "Los pasos previos" y "La gesta del 11
de septiembre de 1973".
El empujón final
El almirante Merino había ya tenido una reunión con
Allende, donde le corroboró que la Armada –“que no era ni nunca será comunista”-
estaba en guerra con el gobierno. También le exigió el retiro del Comandante en
Jefe. Raúl Montero, a lo que el Presidente no accedió.
Merino y la mayor parte de la oficialidad de la
Marina sentían que el país estaba llegando a la anarquía absoluta. Además, les
preocupaban los intentos de amotinar a la Armada y el poco peso que estaba
teniendo la justicia. De hecho, como juez naval, el almirante había ordenado la
detención del senador Carlos Altamirano y del diputado Oscar Garretón por su
responsabilidad en el intento de amotinamiento. Sin embargo, su orden no era
escuchada, pues, según el Servicio de Investigaciones, no podían hallarlos en ninguna
parte del territorio nacional.
"El domingo 9 (de septiembre), me fui a misa
temprano, con Margarita, a la capilla de la Catedral de Valparaíso y luego
regresé a mi casa. En ese momento, el jefe de servicio de la Primera Zona Naval
me llamó para avisarme que estaba hablando en la TV Nacional el senador
(Carlos) Altamirano, del Partido Socialista, en el Caupolicán. Me puse
inmediatamente a escuchar a este prohombre de la destrucción de Chile, y entre
otras cosas relató todo lo que estaba haciendo y había hecho para intentar la
sublevación de la marinería.
Ante este manifiesto desafío a todo lo que era
orden, gobierno, respeto a la ley, etc., tomé papel y escribí el mensaje que
dio origen a la Gesta del 11 de septiembre de 1973.
9/Sept./73
Gustavo y Augusto:
Bajo mi palabra de honor el día D será el 11 y la
hora H 06.00.
Si Uds. no pueden cumplir esta fase con el total de
las fuerzas que mandan en Santiago, explícalo al reverso.
El almirante Huidobro está autorizado para traer y
discutir cualquier tema con Uds. Los saluda con esperanza de comprensión J. T.
Merino.
"Al reverso agregué:
"Gustavo: Es la última oportunidad. J. T.
Augusto: Si no pones toda la fuerza de Santiago
desde el primer momento, no viviremos para ver el futuro. Pepe".
"El documento regresaría mis manos ese mismo
día firmado por ambos.
El plan anti-insurgencia
"Así las cosas, me quedé analizando el Plan
para la Escuadra y llegué a la conclusión de que era necesario que un crucero
estuviera en Valparaíso; un destructor, por lo menos, en Quintero, y otro en
San Antonio.
"Otro punto focal en Valparaíso, por la
cantidad de gente y la insubordinación popular existente, era la zona del
astillero Las Habas, donde ordené que se mantuviera un submarino listo para
actuar.
El almirante Merino envió sobres con las
instrucciones a todos los comandantes de los buques involucrados en el Plan, con
la orden de que debían ser abiertos recién a las 23.59 horas del 10 de
septiembre. Además, dispuso que los buques que participarían en la Operación
Unitas zarparan a la hora prevista -para evitar suspicacias de las autoridades
gubernamentales-, pero que luego volvieran y estuvieran a las 5.30 horas del 11
en los distintos fondeaderos asignados.
"El Plan que se iba a usar era el 'Plan
Cochayuyo', que había sido elaborado a mediados de 1973 por el Estado Mayor de
la Primera Zona Naval, y se había promulgado el 16 de julio de ese año. Este
Plan había sido muy exitoso y había tenido gran acogida en el Alto Mando. El documento
era un Plan Anti-Insurgencia. (...)
"La misión del Plan se refería claramente a
neutralizar todo foco de insurgencia, a asegurar el normal desarrollo de los
servicios de utilidad pública, con el propósito de preservar el orden dentro de
la provincia de Valparaíso.
"Las fuerzas marxistas estarían agrupadas por
cordones marítimos, portuarios, construcción, salud, etc., y los teníamos
clasificados por barrios, desde donde normalmente operaban las revueltas y
desórdenes que habíamos vivido durante ese año; esperábamos que ofrecieran resistencia
desde esas posiciones.
"El objetivo probable de los insurgentes, lo sabíamos
ya, era primero las radioemisoras, a través de las cuales podían transmitir sus
mensajes; los servicios de comunicaciones, teléfonos y correo, los servicios de
farmacias y medicamentos, almacenes y depósitos de alimentos, por la dramática
escasez que vivía el país, los cuarteles de bomberos y las estaciones
ferroviarias.
"En caso de una insubordinación de este tipo,
había un Plan específico… para conseguir el control o producir el silenciamiento,
por un lapso de 24 horas, de todos los medios radiales y televisión controlados
por los subversivos, en forma simultánea y sorpresiva… logrando de esta manera
que existiera una sola radioemisora en el aire para los fines buscados por la
autoridad militar.
"Cuando hicimos el Plan consideramos que los
camiones que se requerían serían los navales más los que pudiéramos tomar en el
momento, pero las circunstancias se dieron diferentes, ya que en el momento que
debíamos operar (11 de septiembre) estaban en huelga les camioneros, a los que tenía
bajo mi protección en Reñaca Lo grave era que sacar los camiones que estaban
bajo el control de infantes de marina significaba alertar al adversario, por lo
tanto, debía usar sólo una parte de ellos".
Toma del poder
Terminadas estas últimas disposiciones, el almirante Merino regresó a su
casa; explicó a su familia que vendría un gran allanamiento, por lo cual les pedía
irse a la casa de algún amigo, sin que le dijeran cuál era su ubicación.
Una vez solo, ordenó al jefe de servicio que fuera a su casa. Le pidió
su chaquetón, se vistió con él y se subió al jeep de su subalterno. De este
modo despisto al station wagon de Investigaciones que lo seguía a todas partes.
Se dirigió a la Academia de Guerra, donde tomó el control de toda la zona.
Después de exhortar a sus hombres, Merino se fue a dormir. Al día
siguiente, despertó a las 5 de la madrugada.
"Recuerdo que me senté y me encomendé a Dios y a la Virgen del
Carmen. Recé largamente, pidiéndoles que ese día fuese de victoria para la fe y
el cristianismo y de derrota para el ateísmo marxista, y así fue.
"A las 5.00 AM (del 11 de septiembre) se iniciaron las operaciones
desde los lugares que se habían determinado en el Plan, por parte de las tropas
de Infantería de Marina y por los regimientos que tenía a mis órdenes. (...)
"A pesar de que el Plan establecía que la 'Alarma General para
poner en ejecución al Plan se daría disparando tres cañonazos dispuse suprimir
todo eso, pues el concepto estratégico de la operación estaba basado en la
sorpresa".
A las 05.30 horas todos los buques estaban en sus puntos, incluso los que
habían zarpado para participar en la Operación Unitas. Según Merino, la llegada
de estas naves no fue vista, pues aún no empezaba a amanecer.
"Pero si fue visto el desplazamiento de los camiones que pasaban
con las tropas y tomaban posesión de distintos puntos. A las 05.45 AM se dio
término al cumplimiento del Plan Silencio... (A esa hora todo el sistema de
comunicaciones es taba cortado, no funcionaban ni los teléfonos ni las radios
ni la televisión; salvo aquello que se había dejado expresamente operativo y el
sistema Albatros para las comunicaciones operativas de los que estábamos al
mando y las tropas mismas. (...)
"A las 06.00 envié un mensaje al General Armada', disponiendo que
asumía como Comandante en Jefe de la Armada.
"Me había nombrado yo mismo como Comandante en Jefe, era el oficial
más antiguo que seguía en el escalafón, después del almirante (Raúl) Montero.
con quien en reuniones anteriores del Consejo Naval habíamos tenido
dificultades, pero que en ese momento no podía seguir de Comandante en Jefe, ya
que no estaba de acuerdo con los actos y actividades que estaban desarrollando
la Institución y la Defensa Nacional en general. Por lo tanto, asumí como
Comandante en Jefe, sin avisarle antes que lo había destituido".
Recuerda Merino que a estas horas el Presidente Allende ya había sido
alertado de que algo raro sucedía en Valparaíso, pe ro que fueron vanos sus
intentas por inquirir mayores informaciones.
"El almirante Montero no contestó el teléfono, pues se lo habíamos
cortado poco antes: estaba consultado en el Plan Silencio, tampoco tenía
vehículo, porque lo habíamos desarmado para que no pudiera salir de la casa, ni
tampoco podía tomar ninguna iniciativa porque no tenía conocimiento de lo que
es taba sucediendo. (...)
"La acción en Valparaíso se desarrolló sin novedad, no haba resistencia,
nadie salió a la calle en ninguna parte, para defender a Allende".
A las 8 de la mañana, Valparaíso estaba en poder de la Armada. Y Merino
lanza su primera proclama radial: "Las Fuerzas Armadas no pueden permanecer
impasibles ante el derrumbe de nuestra Patria. Este no es un Golpe de Estado,
sólo se persigue el restablecimiento de un Estado de Derecho. No tenemos
compromisos, sólo gobernarán los más capaces y honestos. Estamos formados en la
escuela del civismo, de respeto a la persona humana, de la convivencia, de la
justicia, del patriotismo".
A las 6 de la tarde, Merino voló en helicóptero a Santiago, pues era
conveniente que se reuniera la Junta de Gobierno para el juramento de rigor y
para dar a conocer al país la situación política que se estaba viviendo. En la
Escuela Militar se reunió con los generales César Mendoza, Gustavo Leigh y
Augusto Pinochet.
"Nos dimos un abrazo los cuatro... Chile había cambiado de rumbo y
aunque era sólo un corto tiempo en la vida de una nación, ya era historia
antigua la tragedia vivida y el desastre producido".
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